
12 May LA ESTAFA DE LA “MADRE PERFECTA”
La maternidad en la vida real nada tiene que ver con el concepto romántico de la madre sacrificada, sumisa y feliz que nos han vendido. Eso no existe. Lo inventó el patriarcado… y tan hondo a calado en nosotras, que además de apoderarse de nuestros cuerpos, se apoderó de los partos, y de cómo debemos maternar.
La maternidad, para quienes la hemos elegido libremente, es una experiencia potente, enormemente enriquecedora, y llena de contradicciones. Antes de ser madre o que mis amigas lo fueran, nunca supe que dar teta dolía, que después de parir también dolía, que ser madre era lo más difícil que me iba a tocar hacer en la vida. Porque las generaciones anteriores no lo hablaban. Estos temas eran (y son) tabú. Recién hoy, 35 años después, mi madre se dio cuenta que sufrió depresión post parto en soledad. Recién hoy, a los 80 años, mi abuela me confesó que sufrió violencia en su parto y que nunca antes lo había contado.
Hoy, que yo misma vivo la maternidad, siento al patriarcado más fuerte que nunca sobre mis espaldas. Eso de tener que cumplir con todo lo que históricamente se han hecho cargo las mujeres, “porque siempre ha sido así”. Esa madre que no sólo debe criar, llevar la casa y llegar del trabajo a ayudar a sus hijos en las tareas, sino que también asumir toda la carga mental (¿qué colación llevará mañana?; pedir la hora al pediatra; comprar la tela de puntos fucsias para la clase de arte; ser parte del chat de apoderados; el regalo del cumpleaños del amiguito; ver la mercadería que falta en casa… en fin, asumir todos los vacíos que queden). Estar siempre presente y disponible. Ser exitosa en el trabajo y,¡esencial! Mantenerte guapa.
Sorry mundo, pero no. No podemos llegar a todo. La Mujer Maravilla no existe. Las madres también nos cansamos y vaya que nos sentimos incomprendidas. Es tan injusto culparse por no cumplir las expectativas de esa “madre perfecta”… erróneamente nos sentimos incapaces como madres, cuando el problema es que las exigencias que se nos han impuesto, ¡son imposibles de cumplir! Y no nos dan el espacio ni el derecho para ser la madre que cada una quiere y puede.
Cuando las mujeres entramos en la adolescencia te rompen la cabeza para que no salgas con un domingo 7. Quince años después, te rompen la cabeza para que tengas hijos, sino estarás “incompleta”. ¡Cuánta mentira! Lo cierto es que hagas lo que hagas, siempre estarás mal: te critican si te dedicas a criar; te critican si trabajas y ves a tus hijos al regresar; te critican si tienes hijo; y te condenan si no los tienes. Es que siempre habrán críticas para una madre. O mejor dicho, para una mujer.
Por otro lado, llegando al final del embarazo, cuando estás con una panza gigante y la cabeza en cualquier parte, si quieres tener un parto respetado, algo que debiese ser un DERECHO, debes asegurarte y ponerte a averiguar qué doctor/a o en cuál clínica podrás lograr tal reto; sino, lo más probable es que durante el parto pasen cosas que no querías: te traten mal, te mediquen injustificadamente o te hagan una cesárea innecesaria, que no estaba en tus planes, mas si en los del doctor. Violencia obstétrica se llama, la más camuflada de las violencias contra las mujeres, que se ejerce con total impunidad.
Y una vez que pariste, debes volver a estar flaca en tiempo record y lista para follar, aunque tus tetas chorreen leche y aun te duela la herida del parto. Sé de hombres muy atentos al calendario y de los días que faltan para cumplir la cuarentena y poder tener sexo. Y sí, más o menos son 40 días para que los órganos vuelvan a su tamaño y lugar, pero para que las emociones de la mujer puerpera vuelvan a estabilizarse, puede tomar un año o incluso más. Es que no estamos hablando de cualquier trámite, no. Estamos hablando de desarrollar a un ser humano dentro tuyo y luego parirlo. Y luego, con las hormonas a tope, aceptar esta nueva vida de tener a cargo a una persona pequeña 24/7. Se necesita mucha contención que la mayoría de las veces no existe. Las madres no nacemos, aprendemos a serlo y a tropezones.
Antes de mi hijo no era de tomar bebés. Hoy tampoco. Sin embargo, me sorprendo del amor que soy capaz de entregarle; de mi gran paz-ciencia algunas veces, y de mi poca paciencia otras. Me doy cuenta de que todas las veces que me estresé con mi hijo, fue porque tenía que hacer/pensar/cumplir con alguna otra cosa, que no me permitió estar con él en tiempo-presente; me obligó a apurarlo, a no comprenderlo. Además, en la maternidad 2+2 no es 4 y muchas veces, aunque creas que hayas hecho todo bien, nada resulta. Es frustrante, pero lo cierto es que los niñxs son individuos diferentes unos de otros, y no hay una regla o manual que resulte con todxs por igual.
Cada día me convenzo más de que nada, absolutamente nada de lo que se nos exige como madres es cierto o posible sin enloquecer, o bien pagando un precio muy alto: culpa, depresión, pastillas, enfermedades, etc. Es el puto patriarcado haciendo de las suyas una vez más. Creando una maternidad solitaria y en silencio, bien sumisa en lo privado de tu casa, cuando la verdad es que la crianza es un acto político y social que atañe no sólo a las mujeres, sino que naturalmente al padre y a toda la sociedad.
Lo más triste es que el propio feminismo ha condenado la maternidad como su peor enemiga. Así le escuché decir a Esther Vivas autora del libro “Mamá Desobediente” en una entrevista, dónde contaba que las feministas de la segunda ola (y con razón) se revelaron contra el único destino que se nos había impuesto históricamente: la maternidad. La píldora nos trajo la libertad sexual para poder elegir cuándo ser madres. Pero hay una gran diferencia en esa maternidad que nos imponen, y la experiencia de ser madres libres en elección y forma.
Por otro lado, a estas alturas también cabe preguntarse, ¿por que los métodos anticonceptivos (bastante invasivos, por lo demás) recaen en las mujeres? Sólo podemos ser madres una vez al año y los hombres pueden ser padres 365 veces al año. “Es que no nos gusta el condón”, me dirá la mayoría, y yo les respondo con la palabra prohibida: “vasectomía”.
Se hace tan necesario, por no decir primordial, que el feminismo acoja en su lucha a la maternidad, libre y rebelde; es la única manera de que el sistema patriarcal, sus violentos artilugios y seguidorxs, saquen de una vez por todas sus garras de nuestras panzas y crianzas. Porque esa madre que siente amor y mil contradicciones, tendría una experiencia infinitamente mejor y en consecuencia, criaría a un niño-futuro-adulto mucho más feliz, si encontrara empatía, contención, participación y respeto por parte de su pareja, familia, sociedad y por supuesto, el Estado.
* Basado en mi propia experiencia, la de otras mujeres y Esther Vivas, autora del best-seller “Mamá desobediente” recién publicado por Catalonia.
* Imagen: “Madre de mi Dios” de Diana Navarrete Astroz. Revisa su trabajo en IG @diana_navarrete_astroza.