
08 Jun La Mala Memoria
Por Carlos Ruz, Coordinador General Maule Sholar
Cada cierto tiempo en el país, el tema de la educación se vuelca en los discursos y promesas de los aspirantes al Palacio de La Moneda, y sin duda alguna, este año en particular, viene a continuar la senda comenzada ya en 2006 con la “Revolución Pingüina”, y que prosiguió con el Movimiento Universitario de 2011-2012. Podemos tener diferentes puntos de vista, pero claramente llevamos más de una década, en donde la educación ha sido un pilar esencial de la discusión política en el país. Sin embargo, es tiempo de mirar más allá de lo coyuntural, y tomarse en serio la problemática de lo educativo, más aún en un Chile obsesionado por el crecimiento y el progreso material de la sociedad.
Que queremos para Chile, es esencial a la hora de hablar de lo que deseamos como educación para nuestra población. Sin duda, esa pregunta ha estado profundamente ausente en la discusión política, preferentemente por que quienes deciden y lideran, provienen del mundo de la economía y los negocios. Pensar y reflexionar sobre la educación es mirar la manera que nos relacionamos, comunicamos y convivimos como ciudadanos. Es innegable que estamos en un punto en el cual los marcos filosóficos de la modernidad están en duda, el mundo está cambiando dramáticamente, pero la educación requiere de una profunda revisión en sus bases epistemológicas y ontológicas. Es momento de pensar en la educación de los próximos 30 años.
La transformación de la educación en el país requiere como condición básica y necesaria, un marco de acuerdo político social en la materia. La visión del Chile de los próximos años, debe ser el marco de referencia en el cual se construirá la educación de las siguientes dos generaciones. Habermas y Chomsky, señalan que “la comprensión y entendimiento que la educación es por sobre todo un proceso esencialmente humano y social”, nos hace sentar un punto de base fundamental en la construcción de una arquitectura educativa adecuada para la sociedad. Olvidamos que nos educamos desde y para los otros, la interacción entre los seres humanos nos define como somos, de la misma forma en nuestro aprendizaje. No podemos continuar con un modelo educativo que cree que lo único relevante es el estándar, lo medible y cuantificable, despreciando lo valórico, social y humano. Es ahí desde donde comienza la educación, y si no se toma en consideración este aspecto, bueno, entonces seguiremos discutiendo sobre aumentar la SEP, mejorar los recursos para Primera Infancia y Educación Superior, optimizar las becas y créditos, entre otras medidas clásicas en los programas de gobierno de algunos candidatos(as).
Es extremadamente importante discutir este elemento a la hora de construir el marco educativo del país, porque es ahí donde definimos el propio desarrollo de la nación. “La competencia, inherentemente genera perdedores” decía Adam Smith. La educación y el aprendizaje están profundamente alejados de esa lógica, pero se ha hecho creer a las personas que no es así. Tenemos un sistema educativo que pone a sus agentes principales en competencia, como perros peleando por un hueso. Le ponemos nombres sofisticados, como SNED o Clasificación de Colegios, creamos instrumentos para validar dicha visión (SIMCE o PSU), y vendemos una realidad llena de mitos y falacias donde las personas, no lo cuestionan ni lo critican.
Pensar en Chile, es pensar en la educación. Es pensar en las personas, en sus ciudadanos, en lo humano y social. Desde ahí, construimos el país que todos anhelamos y queremos.